V Encuentro Mundial en Soul, Corea
Septiembre 30 – Octubre 5, 1997
Eduardo Bonnín Aguiló
Introducción
Antes de hablar del “Carisma Fundacional “del Movimiento de Cursillos, conviene precisar qué es un carisma.
Según el Diccionario de Pastoral, (Editorial Verbo Divino, 1988), el término griego carisma significa “don”, “regalo”, equivale a “gracia”, a “dádiva” y a “llamamiento”, “vocación”. Prácticamente es sinónimo de “funciones y actividades”.
“Los carismas son, por consiguiente, los efectos del Espíritu de Dios en el creyente singular, que nunca pueden ser exigidos por el hombre, ni pueden ser previstos por los órganos oficiales de la Iglesia, ni pueden alcanzarse por la recepción de los sacramentos”.
“En su sentido más propio, el carisma se puede definir como la continua vocación concreta (abraza tiempo y eternidad) que se actúa en la comunidad cristiana, la constituye y edifica de manera permanente y está al servicio del prójimo en el amor”; y continúa el Diccionario diciendo: “Siendo imprevisibles sus formas, el carisma debe ser descubierto y aceptado, una y otra vez, siempre de nuevo lo cual requiere una delicada acción de discernimiento y de escucha del Espíritu en la comunidad eclesial”.
Dice la Teología que un carisma es “un don que da Dios a quien quiere, pero no para él mismo destinatario que lo recibe, sino para que de el se beneficie toda la comunidad y la Iglesia”.
En el carisma podemos distinguir cuatro elementos:
1º.- Un don de Dios
2º.- A unos hombres concretos
3º.- Para los hombres y la Iglesia
4º.- Reconocido por la jerarquía
1º.- UN DON DE DIOS
Por lo expuesto no hay duda alguna que el Movimiento de Cursillos de Cristiandad tiene un carisma propio y operativo, por cuanto que es un don del Espíritu Santo a su Iglesia, que va consiguiendo desde su iniciación en 1944 en Mallorca, (España), por un grupo de seglares, que muchas personas se encuentren consigo mismas, con Dios, por Cristo, y con sus hermanos los hombres. Carisma reconocido después por la Jerarquía.
2º.- A UNOS HOMBRES CONCRETOS
Para una mejor inteligencia de nuestro carisma conviene precisar las circunstancias humanas de su nacimiento.
Precisamente fueron unos hombres jóvenes seglares, unas personas concretas, y en un lugar y en un tiempo preciso, quienes, después de mucha oración, mucho estudio y profunda reflexión, pensaron, estructuraron y pusieron en marcha, el Movimiento de Cursillos de Cristiandad.
Aunque sin duda don de Dios, tuvieron su inicio, y también lo que podríamos llamar su humana gestación.
Para mejor captar su verdadero proceso, conviene tener presente aquella frase de Ellermeier, que dice que “un fenómeno histórico puede captarse adecuadamente sólo cuando se iluminan sus comienzos”.
El principio del principio, lo que podríamos llamar la primera etapa, consistió en la vivida y experimentada inquietud causada por una comprensible desorientación por las secuelas que dejaron, en los ambientes de aquel tiempo, las dos guerras casi consecutivas: la guerra civil de España y la II Guerra Mundial.
Se rezaba, muchos estaban seriamente preocupados, ¿qué pasará?. Pero alguien, y después algunos más, pensamos, ¿Se puede hacer algo más que rezar?.
Y reuniéndose, rezando y pensando, pensando y estudiando y volviendo a rezar, alguien, que no pertenecía a la Acción Católica todavía, se propuso hacer un estudio detallado de la situación.
A este alguien primero, y a algunos más después, nos llamó la atención y nos produjo un gran impacto, un discurso que el Papa Pío XII, exactamente el día 06 de Febrero del año de 1940, hizo a los párrocos y cuaresmeros de Roma, donde entre otras cosas, les decía: “Hay que formarse con rápida y ágil mirada un cuadro claro y minuciosamente detallado, diríamos topográficamente, calle por calle, es decir, por un lado, de la población fiel y señaladamente de los miembros más elegidos, de los que pudiera sacar los elementos para promover la Acción Católica; y por otro de los grupos que se han alejado de la práctica de la vida cristiana, también estas son ovejas pertenecientes a la parroquia, ovejas descarriadas; y también de estas y aún de ellas particularmente, sois guardianes responsables”.
La lectura de este discurso del Papa nos indujo a estudiar el ambiente de manera más profunda, seria y sistemática, y a formularlo de una manera muy concreta en un escrito que llamamos ya en aquellas fechas – año 1940 – “Estudio del ambiente”.
Y pensábamos cómo llegar a él, cómo conseguir que el ambiente fuera cristiano. Hicimos un estudio también entonces, que se titulaba “Los de casa”, donde con una ironía un tanto desenfadada y muy propia de nuestra juventud, llegábamos a la conclusión que la levadura con que se podía contar, no era la adecuada.
Así las cosas, en 1941, el Consejo Superior de los Jóvenes de Acción Católica, había sido motivado por su Presidente Nacional, Manuel Aparici, que después fue sacerdote y Conciliario del mismo organismo superior, para reunir en Santiago de Compostela, 100,000 jóvenes que vivieran en gracia de Dios, y ello, como respuesta a la afirmación que en 1937, había hecho el Papa Pío XI, en su Encíclica “Con Ansia Viva”, sobre la situación de la Iglesia sobre el Reich germánico, donde decía que el mundo necesita contar con una cristiandad que pudiera ser, por sus sólidas virtudes cristianas, ejemplo y guía del mundo.
Una comisión de jóvenes fue a Roma a prometerle al Santo Padre, que ellos – la juventud de A.C. – se esforzarían en lograr que fuera España la que conseguiría esa cristiandad que el Papa deseaba. Para ello, aprovechando las vacaciones de Navidad y Pascua, se desplazaban a distintas diócesis dando unos cursillos que duraban una semana, se llamaban “Adelantados de Peregrinos”, cuando se daban en plan diocesano y “Jefes de Peregrinos”, cuando se daban en plan parroquial. El fin que se propusieron era lograr interesar a los jóvenes en el ideal de peregrinar a Santiago, y las frases “Para Santiago, santos” y “Peregrinar no es nada, peregrinar con fe, es abrir camino”, se hicieron célebres en aquellas fechas.
Cuando se celebró el primero de estos cursillos de “Adelantados” en Mallorca, a pesar de haber sido invitado, no quise ir. Es más, yo no pertenecía en aquél momento a la A.C., y la forma de ser y de actuar de sus componentes, no me movía a formar parte de ella.
Cuando se dio el 2º cursillo de esta clase al año siguiente, el Presidente Diocesano me insistió mucho para que fuera, y esta vez fui. Vi en aquéllos jóvenes un estilo y un talento desenvuelto y alegre que me convenció. Lo que hizo que algún tiempo después, cuando se volvió a dar en Mallorca otro cursillo como los anteriores, fuera llamado para intervenir, pero añadiendo a su plan, toda la aportación del rollo “Estudio del ambiente “, y otras cosas más que, evidentemente estaban en una óptica muy distinta de todo lo demás.
Yo no podía sustraerme de ninguna manera a la preocupante idea de lo que pasaría después de la magna peregrinación, y con algunos amigos más, nos preguntábamos, ¿ Y después de Santiago, qué ?
Cogimos la idea de aquellos cursillos la idea de que para ser escuchados, y para que lo que queríamos propagar calara hondo en los que queríamos reunir, para comunicarles nuestras ideas, no la de los cursillos aquellos, que como llevo dicho, estaban en otro plan y tenían una finalidad específica distinta, debíamos hacerlo, en la forma en que ellos lo hacían, no a base de conferencias y explicaciones, sino conviviendo con los que queríamos contagiar, citarlos en un lugar aislado y formar grupos para mejor facilitar el diálogo entre unos cuantos.
Cogimos además de ellos el nombre de algunos rollos, pues no podíamos hacerlo todo nuevo, teníamos que acompasarnos en lo preciso a su ritmo, al mismo tiempo que estábamos pensando cómo animarlo y acelerarlo.
Lo que sí veíamos claro era que aquellos cursillos duraban demasiado, y ello iba en perjuicio de la calidad de la gente que nos interesaba conociera el mensaje. Pensamos que tres días de duración era lo ideal, y que si en estos tres días, incluían el sábado y el domingo, la cosa se simplificaba bastante, pues era relativamente fácil, conseguir un día de permiso – el viernes -, ya que empezando el jueves por la noche, era más factible poder reunir un grupo de gente el fin de semana. Y así simplificábamos el camino para que el mensaje pudiera llegar a muchos más.
Si bien lo que interesaba más era estudiar a fondo las ideas que constituían y sintetizaban dicho mensaje, para podérselo comunicar de manera ágil, íntegra, escueta, densa, posible y atractiva, a los más posibles.
Y pensándolo y rezándolo, y estudiándolo y volviéndolo a rezar, se inició, se gestó, nació, y se desarrolló el Movimiento de Cursillos de Cristiandad. Que primero se llamaron simplemente Cursillos, y después, no nosotros sino otros, para distinguirlos de los cursillos que se daban en aquellos tiempos: cursillos de maestros de escuela, de sargentos, de lo que fuera,… les llamaron Cursillos de Conquista, nombre que a los iniciadores no nos gustó en lo absoluto.
Del ambiente que se respiraba en aquellas reuniones, da una idea la oración que rezábamos antes de empezarlas, o cuando la tensión de las deliberaciones lo aconsejaba.
En aquellas fechas yo ya pertenecía a A.C., pero no me gustaba la apática rutina y el sesgo pío que teníamos que dar a las actividades para que no desentonaran.
Nosotros íbamos a un ritmo y en una dirección distinta, siempre teniendo presente, antes que otra cosa, a “ los alejados “. Y para evitar tensiones con la A.C., y no contra ella, pero sí al margen de ella y siempre con el afán de mejorarla, entendimos que debíamos de tomarnos la distancia precisa para poder observar las cosas desde distinta perspectiva.
Leíamos apasionadamente los autores cristianos que en aquel entonces estaban en la cresta de la ola: Hugo Rhaner, Carl Rhaner, Romano Guardini, el Cardenal Mercier, Tristan Amoroso Lima, Jaques Leclerc, el Padre Plus, etc. A tal fin, nos reuníamos para estudiar, lo más fiel y profundamente posible, la doctrina que queríamos comunicar, y las circunstancias concretas del sujeto a quien queríamos llegara el mensaje de la manera más personalizada posible.
Lo primero fue estudiar en grupo el estudio del ambiente, para lo cual yo aporté lo que ya tenía elaborado desde mucho antes. Y, para poder estudiarlo todo con más precisión, tratamos de reflexionar cómo era la gente, y la íbamos agrupando en nuestra imaginación por constelaciones, empezando por los cristianos coherentes, auténticos, prácticos que piensan y obran en católico, hasta llegar a los ateos intelectuales o teóricos.
Asimismo hicimos unas fichas personales, también imaginarias, aunque tomadas de la realidad de la vida. Así por ejemplo la de el “Joven soldado”: “Obedece delante porque no puede menos, refunfuña y murmura por detrás porque no puede más”.
Algunas anécdotas de aquél entonces pueden sin duda echar mucha luz sobre la intención de nuestra postura.
Así cuando decíamos que el Cursillo tenía que ser heterogéneo, juntando en la aventura de vivirlo toda clase de personas: los cercanos y los alejados, los ricos y los pobres, los inteligentes y los ignorantes, “los señoritos” y los trabajadores, los estudiantes y los obreros manuales, etc., etc.
El personal estilo de nuestra seglaridad y la fuerza renovada del mensaje siempre renovado del Evangelio que nos empujaba chocaba con la mentalidad cerrada y hasta anquilosada de una buena parte de la sociedad mallorquina de aquellos años, incluida la de un sector clerical “conservador”.
Ello fue origen de la constante de tensiones que aún pervive, aunque latente o larvada, entre sacerdotes y Cursillos en la Diócesis que les vió nacer. En su raíz, el no querer o no poder entender aquellos cuál es el genuino papel del laicado en la misión de la Iglesia, o no valorar la legítima autonomía del apóstol seglar respecto de la jerarquía. Y lo que es peor, al confundir la obediencia del militante de un Movimiento con la de un sacerdote, un religioso o una monja de clausura. Lógicamente, a una quimérica e indiscriminada exigencia de sumisión y obediencia la reacción no podía ser otra que la de una desobediencia controlada, o si se prefiere, la imprescindible obediencia para no romper la comunión eclesial.
Igualmente ayudaría a comprender “el carisma fundacional” conociendo algunos rasgos que con el tiempo se han ido incorporando, principalmente de cara a sus destinatarios.
3º.- PARA LOS HOMBRES Y LA IGLESIA (los hombres en sentido genérico claro)
El mensaje que pretendíamos y que entendemos que hay que comunicar, lo sintetizan y resumen ciertas ideas que nos inquietaban en el comienzo, que siguen inquietándonos todavía y que luego se explicitaron de la manera siguiente:
“Unos hombres con ayuda de la ciencia y el apoyo económico, han recorrido la distancia que hay de la piel del hombre a la Luna; nosotros intentamos algo inmensamente más difícil: llegar desde la piel del hombre a dentro del hombre, para conocer mejor el camino hacia nosotros mismos y el camino hacia los demás, para tomar mayor conciencia de la maravilla de nuestro vivir, para mejor saber convivir con los demás hombres la aventura de ir siendo persona “.
Esto ya intentamos lograrlo, montando una circunstancia que posibilitara la comunicación con los más posibles.
Dándoles una concepción simple y totalizadora de las realidades nucleares del cristianismo, expresada en vivo y en directo por personas que, porque trataban seria y alegremente, de vivirlas en profundidad, las contagiaban con naturalidad, al hacerlas evidentes en su vivir.
Que el número de los que se convocara, no pasara de 35, para que la comunicación pudiera ser personalizada.
Que los que se invitara al Cursillo fuera gente heterogénea, gente distinta, diversa y desigual en todos sentidos y niveles y estamentos.
En lugar aislado para que pudieran tomarse cierta distancia y ser un paréntesis propicio a la reflexión seria y profunda.
Vivencial: todo por la vía de la experiencia cercana, viva y agradablemente contagiosa.
Breve: en tres días.
Explicándoles de manera apetente y atractiva sólo lo fundamental cristiano, y nada más que lo fundamental.
Siempre circunscrito al “ qué “ no en el “ cómo “. Pues cuando a alguien que puede entender el qué se le dice el cómo, hace al mundo menos bello, porque le priva de la originalidad de una persona aportación creativa.
Siempre apuntando a la singularidad, a la originalidad y a la creatividad personal y concreta de cada uno. No a su “ rol “ de casado, de soltero, de joven, de adulto, etc.
Es en extremo conveniente, y más que conveniente necesario que, a los Cursillos de hombres, como en los de mujeres, asistan jóvenes, porque además de asegurar el futuro del movimiento, así podrán dialogar con los adultos y los adultos con ellos. Para un padre hablar con un hijo que no es el suyo, le facilita y le allana el camino para comprender mejor al suyo, y lo mismo le pasa al hijo, al tratar con otros padres.
Lo que importa es buscar siempre jóvenes que tengan personalidad, no poniendo barreras de edad, que casi siempre complican las cosas.
Los asistentes han de ser hombres para el Cursillo de hombres y mujeres para el de mujeres, así como también los que dirijan, pues tanto los hombres como las mujeres, ante el sexo contrario, puntúa demasiado el parecer, y en el Cursillo lo que ha de puntuar es la verdad y la sinceridad.
Propiciar un encuentro personal consigo mismo, para conocer primero sus cualidades, con el fin de que aprenda a agradecerlas, ya que es el mejor medio para que luego llegue a aceptar sus limitaciones.
Propiciar también un encuentro personal con el Cristo, vivo actual, cercano y amigo del Evangelio, de tú a tú, profundo, sincero, que es camino hacia el logro de sentirse amigo de El y hasta a veces la experiencia de serlo.
Se trata de que la libertad del hombre, cuando se le vaya concientizando y se decida a realizarla en su vivir, no se sienta sólo, sino que se encuentre con el Espíritu de Dios.
Simplificándole el camino para que la verdad de que Dios, en Cristo, le ama, le llegue hondo, y haciéndose convicción personal, le impulse a la decisión y le sostenga y acreciente la constancia. Entonces descubre que lo verdaderamente cristiano, es la verdadera alegría.
Que dejando la óptica y la transitada vía del precio: ¿qué vale?, ¿qué me cuesta?, ¿para qué me sirve?, aplicada tantas veces, incluso a las personas, aprenda a transitar por la fascinante vía del aprecio, que el precio tantas veces devalúa y prostituye.
Que la reacción personal que le produzca la buena noticia de que Dios le ama, por la que suele iniciarse la dinámica y la trayectoria del proceso de conversión, revierta primero en sí mismo, en su SER de verdad cristiano donde Dios le ha plantado, donde está ubicado, en el mundo, no embarullándole la vida con “ofertas” apostólicas que le complican y no le liberan.
En el Cursillo se intenta que la persona se conozca un poco más y que descubra: a Dios y a los hermanos, pero no un Dios abstracto y lejano sino el Dios amigo, personal, por eso desde el principio del principio lo definimos como el “Ser vivo, personal, ilusionado por tí, que quiere el bien (y por tanto tu bien),
y es Omnipotente “.
Que cuando terminen los tres días del Cursillo le quede claro que lo importante y urgente es SER CRISTIANO EN ESPIRITU Y EN VERDAD, empezando por sí mismo y desde ya, para que vaya descubriendo el sentido de su vida.
Que sepa que el Cursillo, como se ha dicho, es una ocasión para el encuentro consigo mismo, con Cristo y con los demás, puede prolongarse indefinidamente. Puede convertirse en amistad, y que para ello dispone de unos medios concretos: LA REUNION DE GRUPO: la vida como realidad compartida en amistad, y la ULTREYA, circunstancia que posibilita que lo mejor de cada uno llegue a los más posibles.
Que el mínimo de organización que se precisa esté al servicio de lo que llanamente se entiende por sentido común, y sirva para agilizar las cosas, clasificándolas al ritmo que exige el mensaje, protegiéndolo de improvisadas genialidades y peregrinas “actualizaciones.“
El árbol del Movimiento de Cursillos tiene sus raíces en las inquietudes descritas y su tallo en la convergencia de aspiraciones unidas y ensambladas por la unidad del mensaje.
4º.- RECONOCIDO POR LA JERARQUIA
Por último, en cuanto al reconocimiento por la Jerarquía:
El grupo iniciador, sólo compuesto por seglares, por exigencias del guión que les tocó vivir y que queda ampliamente explicado,, se alegró intensamente, cuando le llegó la noticia que la Santa Sede había nombrado al Dr. Don Juan Hervás, Obispo coadjutor de Mallorca, con derecho a sucesión y con el grupo, se alegraron también los sacerdotes que en aquél entonces se fiaron de ellos y los comprendieron y ayudaron, en la celebración de unos cuantos Cursillos.
Aunque en aquéllas fechas el Movimiento de Cursillos ya estaba concebido, estructurado y puesto en marcha, recibió el nombramiento del Dr. Hervás, primero como Obispo coadjutor, en 1946, y después, ya siendo Obispo residencial, en 1947, un apoyo, un impulso, y vigor casi inaudito. El grupo de sacerdotes y seglares cuando se sintió escuchado y respaldado por el Sr. Obispo, vivió con él y junto a él, jornadas históricas de fervor, y el Movimiento, gracias a su entusiasta colaboración e impulso, pudo tomar resonancias de Iglesia. A nadie se la había ocurrido enumerar los Cursillos, fué entonces, ya oficializados, cuando empezamos a enumerarlos.
Fue entonces, y sólo entonces, cuando algunos sacerdotes y dos o tres religiosos, se unieron, diríamos oficialmente al grupo inicial de seglares, por petición hecha por los mismos seglares al Sr. Obispo. El mismo Dr. Hervás, nombró a Don Sebastián Gayá, Consiliario y algún tiempo después, cuando regresó de Roma, nombró a Don Juan Capó, Vice – Conciliario.
CONCLUYENDO Y PUNTUALIZANDO
Creo que el carisma de los Cursillos de Cristiandad queda suficientemente explicado, pues reúne los cuatro elementos que señalan los teólogos para que un carisma sea tal.
El árbol de los Cursillos sólo puede crecer y desarrollarse si es fiel a su identidad, si se finca en sus raíces y no se separa de su tallo. Los injertos ocasionales en el árbol de los Cursillos, fruto a veces de acentuado protagonismo, casi siempre complican.
Si bien hay que tener una amplitud de perspectiva suficiente para dar alcance al sentido integral de las ideas y actitudes embrionarias, que constituyen en todo tiempo el mundo fascinante y fecundo de sus orígenes.
Es claro que los organismos creados para cuidar de la identidad del Movimiento de Cursillos, son los que han de discernir en cada caso, pero han de saber que discernir no es cortar de raíz con las raíces, para poder clericarizarlos y orientarlos hacia el mayor confort de los “ buenos “, o al mejor servicio del sector intraeclesial que más les interesa. Sino que ha de estar orientado hacia el mundo y preferentemente, aunque no exclusivamente, teniendo en cuenta a los alejados.
Como también no ha de ser el Movimiento de Cursillos como los camaleones, cambiando, no tan sólo de piel, sino de estilo y de talante para entonar con lo último, olvidando que quien quiere estar siempre en lo último, se suele quedar en lo penúltimo.
Tampoco se trata de desnaturalizar los Cursillos con la falsa pretensión de ponerlos continuamente a tono con los signos de los tiempos, sino de analizar, profundizar y estudiar su carisma fundacional a la luz de luz de los signos de los tiempos. Y a ser posible de los de ahora y de los que vendrán. Hecho que dista mucho del perpetuo querer injertar a ultranza en el Movimiento de Cursillos, día a día, indiscriminadamente, todo lo que va diciendo en sus discursos el Santo Padre, y todo lo que se acuerda en las reuniones más o menos importantes y de alto nivel, que se van celebrando en el mundo. Valgan algunos ejemplos:
Cambiar el nombre de los rollos, y hacerlos con ello, menos entendibles a los alejados, sin saber ni siquiera porqué los iniciadores les pusieron éste nombre. Pretender canalizar imperialmente la generosidad de los Cursillistas, señalándoles maneras concretas, sin que las pidan, etc. Las actualizaciones, si es que no son fruto de personales interpretaciones, y a veces de “nacionales” interpretaciones, serán eficaces si no se apartan de la simplicidad del Padre Nuestro y de la frescura perenne de las Bienaventuranzas. Esta es nuestra manera de entender la fidelidad al “Carisma Fundacional “ y de permanecer siempre abiertos a los signos de los tiempos.
CLARIFICANDO ENREDOS QUE SE ACLARAN PRECISANDO LA INTENCION GERMINAL
Los Cursillos de Cristiandad no fueron pensados, estructurados y rezados para evangelizar el mundo, sino al hombre.
El Movimiento de Cursillos de Cristiandad no nació como una respuesta de la Iglesia al mundo, sino como una manera de comunicar al hombre que Dios le ama.
No conocemos ninguna adaptación que haya respondido a la intención de hacer más clara, más precisa, más simple más eficaz y más intelegible su finalidad. Para captar lo que el Movimiento de Cursillos persigue, y si no se le distorsiona, por la gracia de Dios va consiguiendo, es preciso partir de las siguientes realidades básicas:
El hombre no cambia, desde la creación el hombre es sustancialmente el mismo: huye de sus miedos y va hacia sus aspiraciones. La conciencia perenne de esta alternativa es lo que le hace sustancialmente hombre: la facultad de poder pasar de individuo a persona y de sentirse frustrado cuando se opone o se desvía de su trayectoria personal, la que le señala y orienta hacia su concreta y específica plenitud, que es sentirse amado y poder amar.
Los desafíos que el mundo presenta al hombre de hoy, tienen la misma raíz de siempre: la ausencia de Dios en la inteligencia y en el corazón de los hombres. Por eso la solución es siempre la misma. La solución de Cristo y de su Gracia que es lo único que puede dar sentido a su vivir.
El Movimiento de Cursillos cuando no se aparta de su “carisma fundacional”, intenta conectar unos cristianos que se esfuerzan por vivir su fe evangélica en espíritu y en verdad, con otros hombres que viven una vida sin el Cristo vivo que la vivifique, y que vueltos hacia afuera por las exigencias de la vida, no tienen tiempo de preocuparse ni de ocuparse de sí mismos ni de los demás. El Movimiento de Cursillos cuando no se desvirtúa, es un espacio y un instrumento para que los hombres se encuentran consigo mismos, se den cuenta de que existen, y de que existen también los demás, y se acerquen a ellos con ilusión, y mutuamente se comuniquen, se escuchen, dialoguen, se conozcan, se comprendan, se valoren, se respeten, y vayan aprendiendo a amarse; al mismo tiempo que el Cursillo va logrando esto de manera normal y natural, les ofrece también los medios concretos para que el encuentro se vaya transformando en amistad.
Esto es lo que el Movimiento de Cursillos puede ofrecer al hombre de hoy y que por ello descubra que su vida tiene sentido.
El nudo de la cuestión está en que entendamos de una vez por todas, que nos demos cuenta, no los demás, sino nosotros, que por más que el mundo cambie, el hombre siempre es el mismo y siempre será la misma solución.
Lo único que podemos contagiar es la fe que tenemos de que Cristo nos ama. Si no la tenemos, no podemos fermentar nada: ni actitudes, ni ambientes, ni estructuras,…. en lugar de fermentar, fomentaremos, como casi siempre…y seguiremos criticando indefinidamente a los que llamamos malos, inventariando sus maldades, y lamentándonos de cómo está el mundo.